Antena 3, Martos, Viernes 9 / 4 / 93
En nuestro ATENEO de hoy… EL AURA
Escribe nuestro colaborador, Manuel Portillo
Cada año, en Semana Santa, evocamos el suplicio que vivió Cristo en el Misterio de la Pasión. Una radiante manifestación de amor, cuyo Nacimiento, Vida, Pasión y Muerte ha sido en el correr de los siglos una fuente inagotable de inspiración para los artistas.
La inspiración en la figura de Cristo es de todos conocida, pero existe un elemento que el artista utiliza para diferenciar las figuras santas de las humanas: el nimbo.
El nimbo, es la aureola o superficie (generalmente dorada), que circunda la cabeza de Cristo o de los santos de la iglesia cristiana, griega y romana. Su origen es oriental, y puede ser triangular, radial, cruciforme, orlado, etc.
Su representación fue frecuente desde la antigüedad. En Egipto, el nimbo o aureola de la cabeza, fue atribuido al principio al dios solar, Ra. Más tarde, en Grecia, fue adoptado por el dios Apolo. También en el mundo romano, como símbolo divino de los emperadores, podemos verlo en algunas monedas y medallas de Trajano, Antonio Pío, Constantino, etc. Los cristianos lo adoptaron a partir del siglo III para sus figuras santas, en el Cordero Místico y en los símbolos de los Evangelistas.
Pero ¿por qué este nimbo o aureola?
Resulta sorprendente que culturas milenarias sin los conocimientos actuales, lo hayan descrito y analizado en el curso de la Historia. La idea de que en torno al cuerpo humano fluye o emana algo es muy antigua, como podemos ver en referencia a este tema, en los libros de Hermes, en los egipcios y en otros. De hecho, místicos y videntes aseguraron ser capaces de ver un brillante halo de luz que rodea al cuerpo físico: el aura.
El aura es un fluido o esencia sutil e invisible, que emana de los cuerpos humanos y animales, y aún de las cosas. Se refleja a modo de vibraciones lumínicas y tiene relación con el equilibrio físico y psicológico, por ejemplo: un ser sano tendrá un aurea fuerte, brillante; en cambio la de un enfermo será más débil, de menos intensidad. También es muy interesante el análisis de los colores áuricos, puesto que reflejan el estado físico, mental y espiritual. Son siete los colores principales que forman el aura (rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta) y cada uno tiene su propia vibración. La presencia de un color u otro denotará: fortaleza, egoísmo, celos, versatilidad, individualismo, inspiración, espiritualidad, etc., de ahí que el tono del color sea el reflejo de la persona misma.
Algunos escritos de Paracelso o Van Helmont, hacen referencia a la enseñanza de las técnicas para ver el aura. Pero sería en 1970, cuando se pudo demostrar científicamente, tras más de 40 años de investigaciones en el campo de la fotografía de alto voltaje, el matrimonio Semyon y Valentina Kirlian (científicos rusos), los que desarrollaron una técnica para impresionar en una película (con la cámara Kirlian), las extrañas emanaciones que con diferentes grados de intensidad, nos rodean.
Una cámara Kirlian, con la cual se capta el aura, básicamente consta de un circuito electrónico y de un dispositivo fotográfico, más o menos sofisticado. Últimamente, cabe destacar la incorporación de un electrodo de “cristal” para su registro en video o en directo.
Las investigaciones de Kirlian en este campo originaron extensos debates y especulaciones, llegando a creer algunos, que estas imágenes captadas, eran la prueba de la existencia del llamado cuerpo astral.